Antes de meterme en harina, aclarar que soy una gran defensora de la educación, en el hogar y en la escuela, de la escuela de calidad y a poder ser pública, y tengo la firme convicción de que la educación es la única herramienta que tenemos para crear un mundo mejor.
Dicho esto, no puedo concebir la vuelta segura a las aulas tal y como nos la plantean desde el gobierno y las comunidades autónomas, ni el empeño de muchas personas en intentar convencer a las familias que, como yo, no lo vemos nada claro, de que es imprescindible volver a la escuela, aunque sea con escasas medidas de seguridad.
Aclarar también, que este debate no existiría si de verdad se hubiera hecho el esfuerzo de PLANIFICACIÓN e INVERSIÓN necesarios para una vuelta segura. Y yo no estaría escribiendo esto, ni comiendome las uñas pensando en la que se avecina.
Vamos por partes.
LA EDUCACIÓN: Efectivamente, la educación es importante, ahí no hay mucho que debatir. Pero, ¿únicamente se educa en la escuela? El informe Panorama de la Educación 2019 elaborado por la OCDE, revela que el 55% de los adultos españoles cuyos padres no tenían una titulación de Bachillerato o Formación Profesional (FP) tampoco alcanzaron ese nivel educativo. Es decir, el sistema educativo español está “salvando” la brecha educativa del 43% de los estudiantes cuyos padres no tienen estudios superiores. No es una cifra pésima, pero algo estaremos haciendo mal cuando se pierde a más de la mitad de los jóvenes en el camino. El documento señala que la educación en España sufre una “trampa intergeneracional” ya que el 43% de la población entre 25 y 64 años no tiene un título de educación secundaria superior (Bachillerato y FP). En un artículo publicado por El Pais el 12 de septiembre de 2018, el profesor de Sociología de la Universidad de La Laguna José Saturnino Martínez, considera que el principal motivo es el «capital cultural familiar». Más que los recursos económicos, pesan las aspiraciones que los padres transmiten a sus hijos. ¡Vaya! Pues resulta que los expertos, hace dos años, apuntaban a que la brecha educativa tenía su solución en la familia, y ahora erre, que erre con la escuela. En el mismo artículo, Carlos Gil, investigador en Sociología del Instituto Universitario Europeo de Florencia afirma que «A los dos años de edad ya se puede medir la gran diferencia en el número de palabras que los niños han escuchado en casa. A edades tempranas y antes de entrar en la escuela algunos presentan un uso del lenguaje y una facilidad para la lectura más desarrollados, y esa diferencia se suele mantener durante toda la primaria», explica Gil. Las conversaciones que escuchan en casa, los juegos de mesa y una serie de actividades que distan mucho entre familias. La prueba, según Gil, de que el factor determinante es cultural y no tanto económico es un mismo salario en profesiones distintas. Pone un ejemplo. «Un albañil y un profesor tienen un salario que ronda los 2.000 euros, pero la diferencia cultural y de expectativas entre uno y otro se transmitirá a sus hijos». ¿Puede que necesitemos invertir más en educar a las familias? Ahí lo dejo.
Cierto es que este informe, ni las declaraciones de los expertos hablan de experiencias de educación en el hogar, pero hablan de una predisposición de los progenitores, que, en mi opinión es lo más importante a la hora de que los estudiantes afectados por la pandemia, no sea una promoción en desventaja frente a otras. También soy consciente de que para colaborar en la educación de los hijos en casa, hace falta ganas, tiempo y esfuerzo por parte de los progenitores, y sé que muchas familias no se lo pueden permitir por temas laborales, unas porque no podrían llegar a fin de mes y otras porque no quieren renunciar a su carrera profesional, también quiero pensar en esta situación como algo temporal, como un último esfuerzo antes de alcanzar una meta, y como madre estoy más que dispuesta a esforzarme…CONCLUSIÓN, el problema es laboral, de conciliación, no educativo.
BIENESTAR PSICOLÓGICO: Es otro de los argumentos que se está utilizando para defender a ultranza que todas las niñas y niños tienen que ir a la escuela de forma 100% presencial. Y a mi me da mucho qué pensar. Ahora ponemos el grito en el cielo porque “¡hay que ir a escuela por el bienestar psicológico de la infancia!, porque necesitan salir del núcleo familiar, los hogares no están preparados para la educación…” Sin embargo no se habla de la cantidad de niñas y niños que se separan a las 7:00-7:30 horas de sus progenitores para quedarse en madrugadores, desayunan en el colegio, comen en el comedor escolar, meriendan antes de entrar a la extraescolar, y los recogen sus padres a las 18:00-19:00 horas para llegar a casa, darse un baño, cenar, cuento con un poco de suerte, y a dormir que mañana madrugamos de nuevo. ¿Nadie se escandaliza porque estos niños ven a sus padres dos horas al día de lunes a viernes?¿No hay ningún psicólogo que nos haya advertido de la importancia de tener unos progenitores presentes, sobre todo durante los primeros años de vida? Sí, sí lo han hecho, y lo hacen, pero ahora no interesa darles voz, nos interesa otro discurso, porque necesitamos que los niños vayan a la escuela, para que los padres vayan a trabajar. De nuevo, laboral y de conciliación..
SOCIALIZACIÓN: Y para rematar, la guinda del pastel. Que sí, que la escuela tiene una función socializadora, pero no es el único agente socializador, ni el mejor. Y esto ya llega a su culmen cuando eres una niña o niño de entre 0 y 7 años y te meten en un “grupo estable de convivencia” (que digo yo que dormirá tranquila todas las noches la persona que tuvo la feliz idea), y resulta que desde que inicie el curso en septiembre, hasta que lo acabe en junio más quince días porsiacaso si no ha terminado la pandemia, no va a poder socializar con nadie más que con sus compañeros de clase. Ni vecinos, ni primos, ni tíos, ni abuelos, y con padres y hermanos, pues depende de si son personas vulnerables o no. Que quiere invitar a su vecino amigodelalma detodalavida a su cumpleaños, pues no puede porque no es de su grupo estable de convivencia.¿A la abuela? Que le hace ilusión ver al nieto feliz abriendo los regalos, pues tampoco “¡a quién se le ocurre!, para que la vuelta al cole funcione, es muy importante que niños y padres seamos responsables el tiempo que pasamos fuera del aula”, y esa responsabilidad va más allá de cualquier medida de seguridad exigida a cualquier otro habitante del país, no vamos a poder elegir con quién queremos socializar.
De nuevo cargamos a las familias con una gran responsabilidad, y la señalamos, para que, si vienen mal dadas, tengamos a quien culpar: “las familias que no han sido responsables fuera de la escuela” y no las administraciones que no están garantizando una vuelta segura a las aulas.