Hace poco tocó revisión, siempre son momentos cargados de emociones, de dudas, de miedos, para el peque y para nosotros.
¿Cómo solemos afrontarlos?
Nosotros tratamos de no dar demasiadas vueltas, es algo que hemos tenido que aprender, a tratar de no crear expectativas, a que el pensamiento sea positivo sea cual sea el resultado. Y tratamos de ir «preparados» para cualquiera que sea el resultado, aunque bien es cierto que cuanto más tiempo pasa en el que todo va bien, más nos vamos haciendo a la idea de que eso va a ser así, y ahora mismo soy consciente de que nos costaría más aceptar un resultado negativo, pero pase el tiempo que pase, creo que esa sombra va a estar ahí en cada revisión, más visible en las primeras, va disminuyendo a medida que las revisiones van saliendo bien, pero no sé si llegará el día que desaparezca.
Al niño, como ya he comentado en entradas anteriores, le contamos unos días antes que tenemos que ir a Madrid, el siempre pregunta si vamos a «su hospital». Y le contamos qué es lo que toca esta vez, qué pruebas, y qué consultas. Se lo recordamos los días anteriores, respondemos a sus preguntas si las tiene. Hasta hace poco tiempo nunca preguntaba por lo que había pasado, yo creo que lo tenía normalizado. Es desde hace poco que ha comenzado a preguntar sobre «su bulto», es ahora cuando está intentando comprender lo que le pasó. Las respuestas siempre son sinceras, tratando de explicárselo de forma sencilla y sin dramas. Le animamos a que comparta lo que siente, si quiere llevar algún juguete al hospital, que no suele hacerlo porque allí tienen muchos en las salas de espera, pero preparar las consultas haciéndole partícipe de ello hace que se sientan parte activa del proceso y no un mero espectador
– » Llevamos la pomada mágica»- nos dice.
– Si, claro, hay que llevarla.
No recuerdo si os he hablado de la pomada mágica, para nosotros fue todo un descubrimiento. Valentín lleva muy bien todos los procedimientos: entrar a quirófano, al TAC, radiografía, ecografía, consulta, etc. sin problemas. Peeeeeroo, cuando tocaba pinchar, lo pasaba fatal.
Normalmente lo hablábamos antes de ir: «¿qué podemos hacer para que nos duela menos?», «Respirar hondo, agarrar la mano de mamá o papá, llevar su coche preferido…». Él lo intentaba, llegaba tranquilo a la consulta y se ponía a jugar en la sala de espera, pero en cuanto oía su nombre por megafonía, ya le cambiaba la cara.
-«Vamos Valentín, nos toca»
– «espera que recojo esto» (tratando de retrasar el momento, aunque tambien hay que decir que le gusta ser responsable recogiendo lo que saca, al menos fuera de casa XD)
Recogía, y nos dábamos la mano para entrar en la sala de extracciones, pero ya empezaba a decir que no quería, preguntaba si le iba a doler, y finalmente se desbordaba y trataba de huir con todas sus fuerzas, por lo que había que acabar agarrándole y el momento era muy traumático para todos.
Un día, hablando en el grupo de WhatsApp de las compis de certificación de Disciplina Positiva, lo comenté, para ver si alguien nos podía ayudar, si tenían alguna idea de cómo gestionar ese momento, y resulta que una de ellas es enfermera, y había trabajado en Suecia creo que era, y me contó que allí para hacer extracciones siempre usan pomada anestésica, por sistema. Y decidimos probar. ¡Qué maravilla! Estaremos eternamente agradecidos a esta compañera. En el único caso que no se puede usar es con las vacunas, pero quitarnos el sufrimiento de lo que significaban los pinchazos una vez al mes era suficiente. (consulta con tu médico en caso de que creas que puede ayudarte el uso de esta pomada).
Pasado el trago del pinchazo, que ahora ya es mucho menos trago, aunque algo de nervios todavía quedan, pero lo soluciona hablando sin parar… lo demás suele ir bastante bien, aunque supongo que ya os podéis imaginar que pasar la mañana en un hospital, en ocasiones largos periodos en ayunas, pasar por sedacion, consulta tras consulta, etc. no es lo ideal para un niño, y es una situación que siempre genera algo de nervios.
Y es de lo que os quería hablar hoy, de cómo solemos gestionar esos nervios, que bueno, en realidad nosotros no hacemos nada, simplemente acompañamos y dejamos hacer.
Ya han sido muchas revisiones y muchos procesos hospitalarios, y lo que hemos observado es que la forma que tiene Valentín (y la mayoría de los niños) de afrontar esta situación es a través del juego. Ahora ya sólo suele ser la tarde después de las consultas, pero hubo una época en la que el tema era recurrente, siempre juega a médicos, y cómo no, él es el médico, y nosotros sus pacientes.
La última vez que jugamos nos escogió a mi padre y a mi como pacientes, nos tumbaba, y nos pinchaba
– «¿te duele?»
Yo las primeras veces contestaba que un poco, pero que lo aguantaba, y entonces el apretaba más fuerte, parece que no podía concebir que si a él le dolía tanto, pudiera haber alguien al que no le doliera, entonces el tenía que hacer que me doliera. Ahora ya he aprendido y he visto la enorme oportunidad de poder gestionar el dolor que nos brinda este juego
– «si me duele, ¿me das tu mano para sentirme mejor?» (además respiro hondo exagerándolo mucho)
En este momento podemos aprovechar para ayudarle a él a buscar estrategias que le ayuden a llevar mejor ese momento. Yo a veces le pregunto «¿Qué crees que me puede ayudar a sentirme mejor?» Y el me da un besito en el pinchazo. La verdad es que, aunque se le ve que quiere hacerme daño, lo hace con mucho cariño.
Después tocaba «microtaladrar», eso ya fue un poco más gore, porque usaba un fonendoscopio de juguete, junto con un taladro tambien de juguete para los tratamientos (no me preguntes de dónde lo sacó).
Y por último, radiografía de tórax o «la foto por dentro» como solemos llamarlo para simplificar. Nos colocaba una pizarrita de dibujo blanca en el pecho (que estaba muuy fría por cierto), y él mismo dibujaba el tórax con un rotulador (ver la foto de portada), y la verdad es que tiene bastante claro cómo somos por dentro, algo bueno tenía que tener todo esto.
Nos toco pasar por todo este proceso varias veces a cada uno, y al día siguiente ya volvió a sus juegos con sus adorados coches, y se olvidó por completo del maletín de médico (con taladro…).
El poder que tiene el juego para los niños es increíble, maravilloso. Se trata de la forma que ellos tienen de entender el mundo, de expresar sus preocupaciones, sus emociones, y de encontrarle un sentido a lo que están viviendo. No olvidemos que el lenguaje está todavía en desarrollo y podríamos decir que el juego es su forma de expresar lo que siente y de comprender el mundo.
Jugar no solo es un derecho, jugar es un deber, y acompañando ese juego, nosotros podemos contribuir a que asimilen situaciones desagradables como puede ser una revisión de hospital.
Te animo a que permitas que te impliquen en sus juegos, y a dejarte llevar, se dan cuenta rápido cuando tratamos de dirigir el juego y pierden el interés en él, o buscan la manera de volver a llevarnos donde ellos quieren. Déjales que sean ellos «los que manden» en esta ocasión, y tú disfruta del momento. Nos dan muchísima información con sus juegos, y nosotros les podemos ayudar a entender este mundo un poco mejor.
Un abrazo fuerte familias, y si os ha gustado, os invito a compartir, que todo el que lo necesite pueda tener un recurso para afrontar esos «malos momentos» que a todos nos toca vivir, ya sea por una cosa o por otra. También me podéis dejar comentarios contándome cuales son los trucos de vuestros hijos, y los vuestros.