“Estás muy feo/a cuando te enfadas, lloras, gritas, …”, “!Ay! Hija/o, vaya manera de reírte, parece que estás tonta/o”.
¿Te suena alguna de estas frases? ¿Te la han dicho, o has oído decirlas? ¿Lo has dicho alguna vez?
A mi si me suenan, y antes no les daba demasiada importancia, son cosas que se dicen sin pensar, las llevamos escuchando toda la vida. Ahora cuando las escucho se me enciende la señal de alarma.
Aunque es algo que se conoce desde antiguo, ya Aristóteles advertía de la importancia de educar mente y corazón, hemos obviado durante mucho tiempo la importancia de las emociones a la hora de asegurar nuestra supervivencia.
Nos han enseñado que hay emociones “buenas” (alegría, amor, …) y emociones “malas” (ira, tristeza, frustración,…). Tampoco se acepta de la misma manera la forma de expresarlas, hay que ser moderados para no molestar, porque incluso las buenas se pueden volver malas si las demuestras con demasiada efusividad. Incluso ¡se han separado por cuestiones de género! (“Lloras cómo una niña”).
¿Por qué hemos llegado a desvirtuar las emociones de esta manera?
Yo tengo una teoría, una opinión, sin ningún tipo de base científica, todavía…
Creo que son múltiples los factores que han relegado a las emociones a un segundo plano, e incluso a que estén mal vistas en la sociedad en la que vivimos.
- Separar cerebro y corazón, asignándole al cerebro la parte racional, lógico-pensante, práctica… y al corazón la parte emocional, impulsiva, irracional. Y aunque ya hace unas décadas que se ha demostrado que las emociones también se procesan en el cerebro, y que emociones como el miedo o el enfado son muy útiles para asegurar la supervivencia. Es hoy en día cuando podemos asegurar que para una buena salud, mental y física, es necesario que nuestra parte lógica y nuestra parte emocional trabajen juntas. Nuestra parte lógica es capaz de analizar las circunstancias, con ayuda también de la parte emocional, de analizar cómo nos sentimos, para tomar una decisión. Pero nuestro cerebro emocional, es capaz de reaccionar en milésimas de segundo ante una situación de peligro para ponernos a salvo.
- Asignarle roles de género. La lógica es de los hombres, la emoción de las mujeres. Esto ha perjudicado tanto a unos como a otros. Hombres «insensibles» que no saben reconocer ni expresar lo que les ocurre, porque las emociones no se pueden evitar. Y que finalmente acaban expresándolas de una forma inadecuada, dañina para ellos o para los que le rodean. Y «mujeres al borde de un ataque de nervios». Que cuando dejamos ver que detrás de una decisión hay influencia de una emoción ya no se nos toma en serio. Y en las que en seguida aparece la culpa por ser demasiado impulsivas…
- Clasificar en buenas y malas. Todavía hay muchos profesionales que hacen esta clasificación, y es consecuencia de esa necesidad de lógica y orden de nuestra parte del cerebro racional. Yo creo que esto de clasificar en bueno y malo le ha hecho un flaco favor a las emociones, tanto a «las buenas» como a «las malas». Las emociones se sienten, eso es algo que nosotros no podemos controlar, nuestro cerebro nos está advirtiendo de algo, una experiencia del pasado por ejemplo, que asocia con el presente y ya nos da una pista sobre cómo nos sentimos en aquel momento, y nos prepara por lo que pueda venir. El problema de esta clasificación es que cuando sentimos una emoción «mala», tratamos de esconderla, nos avergonzamos y nos sentimos doblemente mal, cuando lo que deberíamos hacer es expresarla y gestionarla de forma que no nos impida continuar con nuestra vida. Y por otra parte, nos pasamos la vida buscando sentir emociones «buenas», llegando incluso a ser enfermizo. Todas las emociones son necesarias y útiles.
¿Y cómo concluyo mi hipótesis basada en la observación y propia experiencia? Concluyo recalcando la importancia de las emociones, la importancia de escuchar a nuestro cuerpo, de aprender a identificar las señales que nos da, aprender a identificar las emociones, y posteriormente a gestionarlas convirtiéndolas en nuestro aliado, porque puedo afirmar, sin exagerar, que un animal sin emociones, es un animal muerto.
Por lo tanto, y en base a mis conclusiones…, hago una llamada para que todos comencemos a escucharnos más, a permitirnos expresar lo que sentimos, sea más agradable o menos, a compartir, a gestionar para evitar que nos limiten, o dañen. En definitiva a sanar nuestra parte emocional. De esa manera, lograremos el tan deseado equilibrio entre lo racional y lo emocional.
Gracias por leerme, y si te ha gustado, comparte! Tu tambien puedes contribuir.
Genial Dánae.
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